jueves, 12 de diciembre de 2013

En busca de la felicidad.

¿Dónde se habrá perdido?

Probablemente en algún lugar entre las sábanas y las estrellas. Entre las páginas pertenecientes a alguno de los miles de libros que alejan el dolor del corazón o entremezclada con el café cargado que nos tomamos con la imperturbable esperanza de revivir unas falsas ganas para seguir luchando. Derretida. Como el azúcar.

Al fin y al cabo la maldita felicidad es eso: un pequeño rayo de dulzura aguada en una amarga vida que no termina. De hecho las personas (y las que sólo son intentos de ello) creemos que podrá arrebatar la tristeza de la taza entera. Imbéciles.

Quizá tomó el camino erróneo en algún cruce de caminos cuando se dirigía a nuestro día a día. O quizá nunca se despertó y permanece adormecida desde que el Big Bang creó el universo. Puede que sólo sea una mentira creada por los que se hayan percatado de esto último, como esa historia de Papá Noel que se les cuenta a los niños pequeños. Tan solo una mentira, pero una que hay que creer obligatoriamente. O deberíamos, al menos. Porque si no, la frustración y la impotencia que traen consigo las lágrimas nos quemarán la cara, como si de ácido se tratase.

¿Dónde se habrá perdido?