domingo, 4 de agosto de 2013

Café, amor, amor, café... ¿qué más dará?

Lo que tengo claro es que no hay tormento que el café no solucione. ¿Un día complicado? Café. ¿Un  mal polvo? Café. ¿El karma emocionado? Café. ¿Un tacón roto? Dos cafés. Y así.
El problema viene cuando lo tomas hasta cuando vas a dormir. Bueno, 'dormir', o pasar las horas gastando tinta sobre el papel o pasando la mirada por todos esos libros que tantas veces te han transportado a mundos lejanos, que llega a ser lo mismo.
Ni siquiera sé qué hago pintándome los labios de rojo a las doce y media de la noche de este 22 de Julio. De hecho, ni puta idea de por qué bebo café a estas horas y con el pintalabios recién puesto. Quizá sea porque me gusta la huella que dejan mis labios ansiosos sobre la blancura de la taza hipster del Starbucks. Y mientras dejo el bolígrafo azul encima del cuaderno, mi mente privilegiada acierta a ver un enorme mosquito sobre mi viejo libro de matemáticas que tantas desgracias me ha traído. Qué coño me importarán a mí las ecuaciones de segundo grado, los poliedros tridimensionales o el teorema de Pitágoras.
Al mismo tiempo en el que apoyo la taza de café sobre mi escritorio rosa, mato a ese cabrón con la goma de borrar que me ha salvado mil y un dibujos. Entonces me doy cuenta de que es la época de celo de todas las gatas de mi barrio, y llegan hasta mis oídos los maullidos de una de ellas mientras se la están follando. Qué vida más perra, irónicamente.
Ahora es cuando pienso en por qué cojones me habré puesto tan guapa para escribir cuatro mierdas e irme a dormir con mi dolor de espalda. Completamente inaudito. ¿Por qué me habré puesto mis culottes rosas si nadie va a tener la suerte o la desfachatez de quitármelos? Soy gilipollas.
Parece lo más triste del mundo, lo sé, pero con ese 'te amo más, zorra' has hecho que mis hormonas hayan decidido montar un parque de atracciones particular dentro de mi. Se estarán divirtiendo las hijas de puta. Maldigo tu don de hacer que me vuelva más loca cada día. Pero por ti.
Por cierto, maldigo también este puto calor. No se puede dormir con calor, y lo que no es dormir tampoco. Quiero decir, ¿qué cosas se hacen agusto con el calor? Bañarse y nada más. Pero sin un subnormal que te agarre el culo cuando estás en el agua, no tiene tanta gracia.
Dios, la cabeza me va demasiado deprisa y no atino a escribir las palabras correctas sobre este sucio papel de rayas azules. Y por si fuera poco, me duelen las tetas. Ojalá me dolieran por tus chupetones y no por la jodida regla. 
Voy a beber otro trago de café, porque me acabo de escribir tu nombre al lado del pezón y no sé si eso es muy normal. Ojalá estuviera ahí el bolsillo de Wallie para taparlo. Sí, sé que es algo que sólo nosotros dos entendemos, pero déjalos que se partan la cabeza intentando descubrir qué merodea por nuestras complicadas mentes.
Se me ha acabado el café y aumentado mi deseo de dejarte que me folles. Lo cual es curioso, porque es sólo a ratos cuando quiero que Dimi se cuele en mí. Exacto, otra cosa que sólo entendemos tú y yo. Me parece muy loco por mi parte que aún no quiera perder la virginidad pero que no pueda parar de imaginarnos sudando bajo las sábanas.
Será que me afecta la sobredosis de café. O de amor. O qué sé yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario